¡HOLA!

Me llamo Nadine Beliën. Nací y crecí en Bélgica, cerca de la pintoresca ciudad flamenca de Amberes.

Hace más de 30 años, después de formarme en Bélgica como Traductora e Intérprete, decidí ampliar mi horizonte y me vine a España para estudiar en la Universidad Complutense de Madrid, lo que en aquella época se denominaba un Posgrado.

Me enamoré del país, de su gente, sus costumbres, su gastronomía y su forma de ver y vivir la vida, por lo que no me resultó nada difícil tomar la decisión de quedarme en la tierra que me había acogido con tanto cariño y donde me sentía – y me siento hasta el día de hoy – como en casa.

Durante más de 30 años, me he dedicado profesionalmente a la traducción, tanto técnica como literaria, lo que me ha permitido ir acumulando experiencias y aprendizajes gracias a los cuales me he convertido en la persona que soy hoy.

Y te preguntarás, ¿cómo ha sido ese cambio de traductora a repostera?

HISTORIA DE UN OFICIO

La repostería la llevo en los genes o al menos siempre ha estado presente en mi familia, tanto por parte de mi padre como por parte de mi madre.

Esta foto, que nos remonta a principios del siglo XX, es prueba de ello: nos muestra la principal calle comercial de mi pueblo – donde, por cierto, yo pasé mi infancia y juventud – con una patisserie o pastelería a la derecha.

Ampliamos el letrero y… ¿Qué vemos?

Aunque un tanto borroso, se lee el nombre de mi bisabuelo August Beliën, que inauguró la tienda en 1901 y fue un referente de la escena pastelera en la comarca. Le sucedió uno de sus hijos, Paul Beliën, hasta el año 1951.

Uno de los hermanos de mi padre, Guido Beliën, fue un apasionado de la repostería. Se formó como pastelero, haciendo las prácticas precisamente en la pastelería de la familia Van den Bergh que se quedó con la tienda de mi bisabuelo.

Desgraciadamente, un  trágico accidente de tráfico le truncó la vida con tan solo 18 años y no pudo cumplir su sueño.

No obstante, nuestra familia siempre ha mantenido el contacto con los Van den Bergh y, hasta el día de hoy, me une una gran amistad con su hija Martina que,  curiosamente, también vive en España.

Pero esto no es todo.

Mi abuelo materno tenía una empresa de materias primas para panaderías y pastelerías así que yo crecí entre sacos de harina, azúcar y cacao. Además, de niña, los sábados acompañaba a mi padre cuando hacía el reparto.

Me encantaba estar sentada a su lado  en la furgoneta. Pero lo que más me gustaba es que en casi todas las pastelerías me  ofreciesen alguna tartaleta o algún bizcocho. Y claro, ¡decir que no era de muy mala  educación!

¿Y AHORA?

Llevo toda la vida con las manos en la masa, elaborando tartas y bizcochos para celebraciones con amigos
o familiares, que siempre me animaban a dedicarme profesionalmente a la repostería.

Por todo ello, cuando la vida me puso en una encrucijada, la decisión de dejar
la traducción y dedicarme a lo que me apasionaba desde niña fue algo de lo más natural.

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